Written by Emilio Alfaro
Quienes tuvimos la suerte de ser coetáneos, en nuestra juventud, de la serie de televisión Luz de luna disfrutamos de un Bruce Willis cínico y divertido, socio de una guapísima y también divertida Cybill Shepherd, que dirigía una chapucera agencia de detectives, donde la tensión sexual entre los protagonistas, nunca resuelta, era uno de los principales ingredientes. Un diálogo chispeante entre una sonrisa ladeada y una belleza femenina nada convencional hicieron que los protagonistas de estos telefilmes adquirieran gran popularidad. Después Bruce Willis se dedicó a pegar mamporros, ya fuera para salvarse a sí mismo, a su hija, a un niño autista, o, simplemente porque estaba cabreado; pero —¡qué le vamos a hacer!— ya se había convertido en un viejo y querido amigo al que uno le perdona cualquier defecto.